Estar en Vietnam es como meterse en una peli donde los protagonistas no son actores famosos… ¡son búfalos! Sí, búfalos. Están en todos lados. Te cruzás con ellos como si fueran vecinos de toda la vida. Y no es casualidad: en Vietnam los usan muchísimo para trabajar en el campo, arar la tierra, y hasta acompañarlos en las tareas diarias. Son como tractores con alma, y encima, ¡respetados como si fueran parte de la familia!

A veces uno está ahí, caminando tranquila por un sendero, y de repente… ¡zas! Te pasa uno al lado. Y vos con cara de “¿esto es normal?”, y sí, lo es. Allá los búfalos tienen más derecho de paso que uno. Pero no te asustás, porque hay algo en esa escena que te hace sonreír. Porque allá todo es así: natural, simple y con alma.

Después están esos puentes bajos que cruzás en bote, donde casi te das con la cabeza contra el techo o con otro turista desprevenido. Un momento entre el caos y la aventura. Pero nadie se queja. La gente se ríe. Vos también. Es todo parte del viaje.

Y eso es lo más lindo de Vietnam: la gente. Siempre con una sonrisa, como si nada los sacara de su centro. Podés estar chorreando de calor, peleándote con el remo, o atrapada entre un búfalo y un puesto de comida callejera… pero ellos, sonrisa puesta. Y vos, contagiada de esa buena energía, también.

Y después están los puentes… Los puentes flotantes, esos que te hacen sentir que podrías caer al agua en cualquier momento (¡pero no lo haces, por suerte!). Imagina que vas en un bote, bajo un puente, y de repente, estás a punto de chocar con otro bote (y te das cuenta de que, bueno, la gente en Vietnam parece estar en un eterno estado zen). La escena es tan surrealista que, si no fuera por la risa contagiante de los locales, podría haber sido una escena de acción (o de desastre).

Y lo mejor de todo, las sonrisas. Siempre hay una sonrisa. No importa si estás chorreando de sudor bajo el sol vietnamita o si estás luchando por no caerte del bote, las personas te regalan una sonrisa que es tan grande como el país mismo. Si alguna vez te preguntaste si la felicidad tiene algo que ver con la calidez humana, Vietnam te lo va a responder: sí, y mucho.


Descubrí Hanoi como yo lo hice, caminando, riendo y dejándome sorprender en cada esquina.

Me alojé en Wanderlust Station Hostel — una joyita en el corazón de la ciudad, desde donde pude moverme fácilmente a todos los tours y rincones mágicos de Hanoi.

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