Hoy fui a visitar a Guan Yin, la diosa de la misericordia, en el enorme Wat Huay Pla Kang, y no puedo creer que casi no venía porque me habían dicho que “no era tan lindo”. Bueno… qué manera de subestimarlo.
Apenas entré, quedé envuelta en un blanco tan intenso que parecía que me habían metido en el lavarropas en modo “extra blanqueador”. Yo, con mis pantalones estampados, era la única señal humana de color en todo ese paisaje. En un momento pensé: “si me quedo quieta dos minutos, estos budas me absorben y salgo de acá convertida en decoración”.
Por dentro es una obra de arte total.
— Los relieves en las paredes son una locura de detalle.
Están hechos para representar el camino del ser humano desde el sufrimiento hasta la compasión.
Hago un paréntesis
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Los tigres simbolizan la fuerza, la protección y la energía que cuida.
Las personas talladas muestran diferentes estados: aprendizaje, humildad, búsqueda, pedido de ayuda, iluminación.
Y las figuras celestiales representan cómo Guan Yin interviene para aliviar el dolor, para guiar y proteger.
Yo miraba todo eso y pensaba: “¿Quién tiene este pulso? Porque yo no puedo ni delinearme sin temblar”.
— También hay esculturas enormes de guardianes y budas blancos, perfectos, silenciosos, como si estuvieran supervisando que camines derecho y no hagas macanas.
La estatua de Guan Yin tiene casi 20 pisos de altura, es relativamente nueva, y simboliza la misericordia infinita: la energía que te abraza, que acompaña y que escucha. Cuando la ves de cerca, sentís esa calma que te baja hasta el alma.
Obviamente subí.
Tiene ascensor, porque en este templo la espiritualidad también viene con tecnología.
Y desde arriba… te juro… ves toda Chiang Rai abierta ante tus ojos: montañas, casitas, campos, la ciudad entera.
Una vista que te deja en silencio —y vos sabés que a mí eso no me pasa mucho.


La verdad: hermoso, impecable, blanco, enorme y sorprendente.
Un lugar que casi me pierdo por escuchar opiniones sin sentido.
Menos mal que vine.
Menos mal que la Nadita exploradora nunca falla.
