Bueno, hoy salí a caminar, o mejor dicho, a pataperrear, como buena Nadita que soy.
Ya sabés cómo soy: veo una calle y allá voy, sin rumbo, pero convencida de que algo lindo me va a aparecer.
Y sí, me habían dicho que había un templo con elefantes, y obviamente, mi radar de curiosidades se activó.


Así que allá fui, a ver si era tan especial como decían.
Llego, miro… y casi me tropiezo del asombro.
Delante mío, 15 elefantes de piedra sosteniendo una estupa dorada enorme. ¡Quince!
Parecen estar diciendo: “tranqui, reina, que la historia la cargamos nosotros”.
Y ahí me quedé, como una turista emocionada, tratando de imaginar cuántos siglos llevaban esos elefantes bancándose todo el peso del templo.
Después me contaron que este es el primer templo que se construyó en Chiang Mai, allá por el siglo XIII.
El rey Mengrai, ni lerdo ni perezoso, decidió que iba a empezar la ciudad con estilo, así que levantó este templo… y encima vivió ahí mientras fundaba el resto.
O sea: el tipo fundó Chiang Mai desde su “oficina con elefantes”.
No sé vos, pero a mí me parece espectacular.
Hago un paréntesis
Antes de seguir con la historia: si querés resolver el alojamiento rápido (sin abrir veinte pestañas), esta es la opción que yo miraría primero. Bien ubicada y con muy buenas valoraciones.
El lugar es tranquilo, sin tanto turista corriendo con la cámara, y tiene ese aire de templo viejo que te hace bajar un cambio.
No es de esos templos dorados que te dejan ciega del brillo: este tiene esa belleza simple, con historia y alma.

Ideal para sentarte un rato, mirar los detalles y sentir que estás donde empezó todo.

