

No todos los viajes salen como uno espera. A veces, el caos se disfraza de aventura y lo que parece un desastre, termina siendo una anécdota inolvidable con final feliz. Este fue uno de esos casos.
Después de comprar nuestros tickets en la jungla de cemento y bocinazos que es la estación de tren de Nueva Delhi, nos subimos rumbo a Varanasi. Todo bien… hasta que llegamos a destino y mi amiga Guillemette, la francesa más dulce y distraída del planeta, se dio cuenta de algo que nadie quiere vivir: se había olvidado el pasaporte en la estación donde habíamos comprado los boletos.
Sí. En India. Indocumentada.
Equipaje inteligente para mujeres que se animan a recorrer Asia.


(Si estás viajando, hacé una pausa, respirá y abrazá tu pasaporte, por las dudas).
la Estación de Tren de Nueva Delhi merece párrafo aparte.
Porque esto no es una simple estación: es un universo paralelo. Apenas llegás, te rodea una sinfonía de bocinas, gritos, vendedores ambulantes, mochileros desorientados, peregrinos, niños corriendo, tuk-tuks que se suben a la vereda… y vacas. Siempre vacas, como si fueran parte del staff.
Todo vibra, todo huele a chai y masala, y vos tratás de encontrar tu andén sin ser atropellada por una valija con ruedas asesinas. Los trenes no esperan. Y los carteles cambian a último momento. Pero en medio del barullo, la humanidad: gente que te ayuda, que te sonríe, que te ofrece un té caliente mientras el mundo alrededor se mueve a mil.
Aqui te paso hospedajes más valorados cerca de la estación de tren de Nueva Delhi.
Apenas bajamos del tren, nos fuimos directo a recorrer toda la estación preguntando en cada mostrador de venta si lo habían encontrado. Nada. Subimos incluso al primer piso, donde descubrimos (tarde) que existía una ventanilla especial para turistas. Tampoco estaba ahí.
De la estación, directo a la comisaría
Como ya no quedaba otra, terminamos en una comisaría.
¿Qué encontramos? Una oficina desbordada de papeles, gente por todos lados, policías que no entendían inglés y miradas que nos decían:
¿Qué hacen estas dos acá y por qué tanta desesperación?”
Tuvimos que usar el traductor del celular para contar lo que había pasado. Nos tuvieron una hora sentadas mientras el caos seguía su curso entre montañas de papeles y burocracia que parecía no tener fin.
Después de explicar todo, nos mandaron en un tuktuk a otra comisaría para que nos pusieran un sello.
Y después de eso… ¿qué pasó?
Nos mandaron de vuelta a la misma comisaría para poner otro sello.
India, no te explicás, solo te vivís.


Un día, tres comisarías, mil emociones
Fue un día larguísimo. Y para Guillermette, más todavía: porque el pasaporte no apareció, y solo después de ir al consulado nos enteramos que iba a tener que esperar 15 días para recibir uno nuevo.
Yo ya tenía pensado seguir mi viaje, pero cuando ella me dijo:
“Anda vos, en unos días me reencuentro”
le respondí sin dudar:
“Ni loca. Me quedo. Vos harías lo mismo por mí.”
Final feliz y fotos que hablan
Los 15 días pasaron, el pasaporte nuevo llegó, y la aventura siguió.
Pero nada borrará esas imágenes que me quedaron grabadas: la cara de Guillermette en la comisaría, las risas nerviosas, los traductores fallando, y el tuktuk más lento del mundo llevándonos por el laberinto burocrático de India.
Te dejo algunas fotos de la estación, una explosión de colores, rostros y energía que solo India puede regalarte. Porque hasta en medio del caos, este país tiene algo que te abraza el alma.
