Llegó el segundo día en Varanasi, y como no podía ser de otra manera, decidí salir a caminar y ver qué locuras me traía la ciudad. Desde el momento en que llegué, sabía que esta no iba a ser una experiencia cualquiera, y no me equivoqué. Después de toparme con unos chicos haciendo malabares con palos de fuego, uno de los cuales pasó por encima de la cabeza de los espectadores (¡sin que nadie se quemara!), mi día ya tenía toda la adrenalina necesaria. Pero lo que me esperaba en mi caminata por las calles de Varanasi fue aún más surrealista.

Caminando por las famosas escalinatas, me encontré con una escena que me hizo mirar dos veces. Un hombre estaba arreglando cables de luz desde lo alto, a una altura considerable, sin ningún tipo de protección. Ni casco, ni arnés, ni nada. Simplemente él, a plena vista, trabajando como si estuviera en el suelo. ¡Imaginen mi cara de incredulidad! Esto me dejó claro que, en India, todo es posible. Uno podría pensar que la seguridad es opcional, pero bueno, en ese momento me di cuenta de que eso era solo parte del espectáculo que me ofrecía Varanasi.

Después de ese momento de “suspenso”, seguí caminando por las escalinatas, cuando algo aún más sorprendente llamó mi atención: ¡había un montón de búfalos, cabritas y vacas caminando por las escaleras! Así como lo leen, ¡las vacas también! En India, las vacas son sagradas y no se les puede tocar ni correr de ninguna manera. Si tú, por error o por intentar moverlas, llegas a tocarlas o correrlas, prepárate, porque la policía no tardará en aparecer y, créanme, no será una buena experiencia. Todo el mundo lo sabe, y yo, claramente, no quería tener un encuentro con la ley por tratar de “ahuyentar” a una vaca. ¡Así que me limité a observar cómo las vacas se paseaban tranquilamente por las escaleras, como si fueran las verdaderas reinas de Varanasi!
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Con todo esto en mente, seguí mi camino entre el bullicio y las sorpresas, hasta que vi unas mangueras pinchadas por donde el agua caía a raudales, rociando el camino. Vi que varios locales y turistas caminaban por ahí bajo esa agua, así que decidí hacer lo mismo. “¡Qué suerte!”, pensé. “¡Un baño refrescante en medio de tanta caminata!” El agua caía como una lluvia ligera, y yo, feliz, me dejé mojar. Pero lo que no sabía es que esa agua que caía del cielo… ¡no era agua limpia! Resultó que era agua del mismo río Ganges, el agua que es tan sagrada y venerada por millones de personas. ¡Y ahí estaba yo, empapada de pies a cabeza con agua del Ganges sin darme cuenta!
Fue como una bendición, aunque en ese momento ni me di cuenta de lo que estaba pasando. Y, sinceramente, la mezcla de asombro y gratitud no me la quito. No solo había estado caminando por un lugar lleno de historia y espiritualidad, sino que ahora formaba parte de ella de una forma tan inusual. Yo, empapada, con el agua sagrada recorriéndome por todo el cuerpo, ¡ni en mis sueños imaginé algo así!

dato de color :Una de las cosas que más me sorprendieron (y me encantaron) de India es ver a hombres caminando de la mano. No, no son pareja. En India, la amistad entre varones se expresa con ternura y sin vergüenza. Tomarse de la mano es un gesto común entre amigos, algo totalmente natural allá. Me pareció hermoso y me hizo pensar en cuánto nos condiciona la mirada occidental.
Finalmente, para cerrar el día y después de tanto caminar y tanto impacto cultural, me dirigí a un puesto de snacks donde me compré unos Fido Saltia, un bocado típico de India. ¡Qué delicia! Mientras comía ese pequeño bocadito salado, no podía dejar de reírme pensando en todo lo que había vivido ese día. Desde los malabares con fuego hasta las vacas, los cables sin seguridad y la “bendición” del Ganges, todo en un solo paseo.

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