Bueno, hoy me fui rumbo al norte de Tailandia, a Chiang Rai, a conocer a las famosas mujeres Kayan, conocidas también como las mujeres del cuello largo. Y sí, existen. No son un mito ni una foto de National Geographic: están ahí, vivitas, sonrientes y con el cuello más elegante del planeta.

Apenas llegás al poblado, sentís que te metiste en una paleta de colores vivos. Entre los telares de madera, hilos de mil tonos, mantas colgando y sonrisas tímidas, te das cuenta de que acabás de entrar en otro mundo.

Ellas están sentadas, tranquilas, tejiendo como si el tiempo tuviera otro ritmo, con una serenidad que ya quisiera tener yo después de dos cafés y tres intentos de meditación fallidos.
Y ahí están los famosos anillos de latón, esos collares dorados que envuelven el cuello como si fueran una joya eterna. Se colocan desde chiquitas, cuando todavía van a la escuela, y con los años se van sumando más y más, hasta llegar a pesar entre 5 y 8 kilos. Sí, leíste bien: ¡8 kilos! Yo con un collar pesado ya me quiero sacar todo, y ellas los llevan con una elegancia que ni los cisnes del lago pueden imitar.
Lo curioso es que no se les alarga el cuello (aunque lo parezca), sino que los anillos empujan las clavículas hacia abajo. Es una tradición que en su cultura simboliza belleza, respeto y orgullo. Algunas historias dicen que los anillos servían para protegerse de los ataques de tigres; otras, que eran un signo de riqueza y estatus. Lo cierto es que, con el tiempo, se convirtió en un símbolo de identidad, y hoy es parte de lo que las hace únicas.
Las mujeres Kayan son originarias de Myanmar (Birmania). Hace décadas tuvieron que huir de su país por los conflictos internos y buscar refugio en el norte de Tailandia. Allí formaron pequeñas aldeas donde hoy viven del arte que crean con sus manos: tejidos, bufandas, mantas, pulseras y souvenirs hechos con una paciencia y un detalle que te deja hipnotizada.
Y te digo algo: si vas, no pagues entrada. Mejor comprales directamente a ellas. Así sabés que lo que gastás va a su comunidad, no a una agencia. Y además, te llevás algo hermoso hecho con amor, historia y mucho color.
Hago un paréntesis
Antes de seguir con la historia: si querés resolver el alojamiento rápido (sin abrir veinte pestañas), esta es la opción que yo miraría primero. Bien ubicada y con muy buenas valoraciones.
Lo que más me conmovió fue la forma en que te reciben: con esa sonrisa mágica que te deja sin excusas. Te miran con dulzura, pero con una fuerza que te hace pensar que nada las quiebra. Y entre todas ellas, una nena chiquita me robó el corazón. Se me acercó mientras yo estaba sacando fotos y nos sentamos un rato juntas. No hablábamos el mismo idioma, pero nos entendimos con gestos, miradas y risas. Fue un momento simple, pero de esos que se te quedan grabados en el alma.

Caminar por el pueblo es una experiencia hermosa. Hay gallinas que se pasean entre los telares, niños jugando descalzos, telas secándose al sol y ese aroma a madera vieja y té recién hecho. Es como si el tiempo se hubiera detenido ahí.
Las mujeres Kayan son un ejemplo de resiliencia y arte en carne viva. Cargan su historia, literalmente, al cuello. Son mujeres fuertes, elegantes y con una serenidad que te deja sin palabras.




