Hoy me levanté con toda la épica de decir “me voy a la aventura”… pero la verdad es que me subí a un tour, como cualquier mortal. Aventura sería salir con machete en mano por la selva, y no arriba de una combi con aire acondicionado que me llevó desde Kuta durante dos horas. Pero bueno, para mí ya cuenta como odisea porque sobrevivir al tráfico balinés es digno de un reality.
Cuando llegué a Jatiluwih, quedé muda. Yo, que hablo hasta debajo del agua, me quedé callada. Esos arrozales parecen una alfombra verde gigante que alguien desenrolló montaña abajo. Te juro que pensé: “esto no puede ser real, seguro es un fondo de pantalla de Windows”. Pero no, ahí estaba yo, parada, colorada como camarón porque, obvio, me olvidé otra vez el protector solar y el gorro. Siempre la misma, Nadita versión pollo a la parrilla.
La historia del lugar es tremenda: se armó en el siglo XVII y todavía hoy funciona gracias a un sistema de riego llamado subak, que aprovecha el agua del volcán Batukaru. Básicamente, los balineses hace siglos que se avivaron y dijeron: “che, hagamos canales, represas y templos y así todos tenemos arroz”. Y yo pensando que regar un cactus ya me resulta misión imposible.
Me puse a caminar como si viviera ahí. Caminaba y caminaba y no me cansaba. En mi cabeza ya me imaginaba alquilando una casita en el medio, saliendo en bata a la mañana y diciendo: “vecinos, voy a dar la vuelta al arrozal, vuelvo en veinte”. Una fantasía total.
Eso sí, el sol me pegó una buena paliza, pero entre las vistas y la gente sonriente que te saludaba al pasar, me olvidé de todo. Esa sonrisa balinesa debería venderse en frasco, es más efectiva que cualquier protector solar que me olvidé de ponerme.
La vuelta a Kuta fue eterna, pero yo venía como flotando, feliz. Para rematar, me fui a cenar y pedí un plato típico: arroz con huevo y pollo. Simple, sí, pero espectacular. Yo que en casa me hago un arroz medio triste, acá me lo sirven y es como si la vida me dijera: “tomá, así se hace, aprendé”.

Mientras comía, un grupo empezó a tocar música. Hacían covers en inglés, pero con su estilo balinés. Imaginate escuchar “Hotel California” pero con ese ritmo local que te hace pensar: “che, esto está mejor que la original”. Yo me quedé encantada, y ahí entendí que este viaje no se trata solo de ver lugares lindos, sino de escuchar el mundo con otros oídos.
Me fui a dormir hecha bolsa pero feliz. Rojo furioso por el sol, la panza llena, y con la cabeza explotada de verde. Uno de esos días que sabés que vas a recordar.
Dónde alojarse
Yo me quedé acá y lo recomiendo de verdad.
Está bien ubicado, es cómodo y tiene muy buenas valoraciones.
Ideal si querés estar tranquilo y moverte fácil por la zona.
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Después ponés tus fechas y listo.
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Y si te quedás con ganas de entender mejor el lugar, este tour vale mucho la pena .

