Hoy me desperté con ese nivel de energía que da miedo. De esas mañanas en que decís “¡hoy sí que me voy a comer el mundo!” y después el mundo te da un par de cachetadas para recordarte que estás en Bali, con 38 grados a la sombra y humedad nivel sopa.

Pero no me importó nada. Tenía el planazo: alquilar una bici (porque una siempre quiere vivir la experiencia local, ¿no?) e ir a un templo donde la gente se baña en agua sagrada. Así, casual. Como si fuera ir al supermercado. Y justo me había encontrado con una chilena divina que también estaba viajando sola, así que la convencí con mi entusiasmo desbordado:
“¿Y si alquilamos unas bicis y vamos a un templo que vi por ahí?”
“¡Dale!”, me dijo.
Y así empezó la aventura.

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Spoiler: Bali no es plano

Lo que nadie te dice cuando te hablan de Ubud y su misticismo es que es una montaña rusa con árboles. Las calles suben y bajan como si hubieran sido diseñadas por alguien con complejo de parque de diversiones. A la quinta colina ya me dolían músculos que no sabía que existían. Pero yo seguía, con cara de “¡vamos que se puede!” mientras por dentro pensaba “¿¡Quién me manda!?”

Eso sí, el paisaje era un espectáculo. Selva por todos lados, arrozales que parecían sacados de un sueño, y ese verdor tan exageradamente verde que uno sospecha que alguien le subió la saturación a la realidad.

Monitos descarados y mágicos

En el camino me crucé con unos monitos que caminaban como si fueran los dueños del lugar. Uno en particular me miró fijo, se acercó con pasitos cortitos y me tocó la mano. Literal. Me miró a los ojos como diciendo “dale, humana, sabés que quiero comida”.
Y yo, que no tenía ni una banana, le dije:


“No tengo nada, chiquito, pero si querés cariño, estoy disponible.”
Nos quedamos ahí, en un instante medio místico medio zoológico, hasta que el monito se aburrió y se fue a fastidiar a otro turista. Pero yo me quedé con esa sensación rara, como si me hubiera bendecido o robado el alma. No sé.

Tirta Empul: el templo del agua que no fue

Después de pedalear llegamos al famosísimo Templo Tirta Empul. El lugar es un poema visual. Gente de todas partes, con sarongs de colores, metiéndose uno por uno bajo los chorros de agua que salen de unas esculturas milenarias.
Yo miraba todo eso y pensaba:
“¡Qué belleza! ¡Qué paz! ¡Qué purificación!”

Pero… (siempre hay un pero)

Había escuchado hablar de este lugar como si fuera un portal mágico: Tirta Empul, el templo del agua sagrada. Dicen que si te bañás ahí, te limpiás por dentro y por fuera. Y allá fui, con mi sarong puesto (porque sin eso no entrás) y los ojos bien abiertos.

Tirta Empul significa “manantial sagrado” y está enclavado en medio de la selva balinesa, rodeado de esa calma verde que parece susurrarte cosas. El templo tiene más de mil años y conserva una energía que se siente apenas entrás.

La escena era hipnótica: balineses y turistas alineados, metiéndose de a poco al agua, pasando por cada chorro como si fuera una estación de limpieza del alma. Bajo cada uno, cerraban los ojos, se concentraban, pedían, soltaban. Algunos lloraban, otros reían. Yo… los miraba desde un costado, fascinada, respetuosa, como si estuviera viendo una ceremonia íntima y universal al mismo tiempo.

¡Me olvidé la malla!
Sí, señoras y señores. Hice todo ese via crucis en bicicleta, sobreviví al calor, al tráfico balinés y a los ataques de colinas, para llegar sin la prenda básica que te permite sumarte al ritual. Y encima el lugar es súper respetuoso, así que nada de meterse con ropa interior ni remerita.
Entonces me quedé afuera, con cara de “bueno… será la próxima”.
Mientras todos se sumergían bajo el agua sagrada, yo me conformé con mirar y absorber la energía desde afuera.
(¿Servirá igual? ¿Se me habrá limpiado el alma al menos un poquito por ósmosis?)

De vuelta en la bici… pero sin arrepentimientos

La vuelta fue más tranquila. O quizá ya había perdido la sensibilidad de las piernas, no estoy segura. Pero venía sonriendo como si me hubiera ganado la lotería espiritual. Porque sí, no me metí en el agua, pero viví una de esas experiencias que no se te borran más.
Y eso, para mí, ya es una especie de limpieza del alma.


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Me quedé en Pande Permai Bungalows, un lugar hermoso rodeado de vegetación, con una cabañita súper tranquila y desayuno riquísimo cada mañana. Está a pasos del Monkey Forest y en pleno corazón de Ubud, ideal para recorrer todo a pie o en bici.
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Tour a Tirta Empul
Hice este tour desde Ubud y me llevó al famosísimo templo del agua sagrada. Un recorrido lleno de historia, espiritualidad y paisajes increíbles. Aunque no me metí al agua, viví todo desde cerca y fue mágico igual.
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