Hay dos tipos de viajeras: las que empacan liviano… y las que parecen mudarse.

Yo, obviamente, empecé como la segunda. En mi primera mochila había de todo: pareo, jean, buzo de montaña, libro de tapa dura, crema para pies, repelente, otro repelente “por si este no anda”, y una linterna que jamás vi de nuevo.

Después de meses viajando por Asia, entendí que el equipaje no te da identidad. Lo que te da identidad es cuánto transpirás cargándolo. Así que acá va mi lista honesta de lo que sirve y lo que termina siendo souvenir del error.

Lo que sí llevaría otra vez

1. Una buena mochila.

Y no, la del súper no cuenta. Buscá una con tiras acolchadas y cierres decentes. La mía sobrevivió ferris, aeropuertos, y una caída épica en una calle de Ubud. Si la mochila te queda bien, es casi una relación estable.

2. Ropa liviana y fácil de lavar.

Nada de pensar “por si salgo”. En Asia todo se seca rápido y nadie te mira mal si repetís ropa. Si no lo usás tres veces por semana, no lo necesitás.

3. Sandalias cómodas.

Las chancletas baratas duran lo que un novio mochilero: poco. Invertí en unas buenas, con velcro o cierre. En los templos hay que sacárselas cada cinco minutos, así que practicá la maniobra.

4. Camperita liviana.

Sí, hace calor, pero en los buses de Tailandia el aire acondicionado está configurado en “modo Antártida”. Si no llevás abrigo, te congelás antes de llegar al destino.

5. Mini botiquín.

Nada extravagante: curitas, ibuprofeno, algo para el estómago y repelente. Los mosquitos asiáticos no muerden, atacan.

Lo que no llevaría ni por decreto

1. Jean.

El jean es el enemigo número uno. Se seca en tres días y te deja la sensación de llevar una alfombra enrollada en las piernas.

2. Secador de pelo.

La humedad va a ganar siempre. Vas a parecer salida de la selva igual. Aceptalo y abrazá el frizz como parte del viaje espiritual.

3. Zapatillas blancas.

Duran limpias exactamente un día. Al segundo ya parecen reliquia del Camino del Norte, y no hay vuelta atrás.

4. Ropa elegante “por si salgo”.

No vas a ir a un cóctel en Bali. Y si vas, todos van en sandalias. Dejate de dramas.

5. Libros pesados.

Yo llevé uno de 600 páginas. En el tercer hostel ya soñaba con tirarlo por la ventana. Kindle o PDF, fin del asunto.

Tip final

Dejá espacio en la mochila. Lo vas a llenar igual con cosas que no pensabas comprar: un vestido balinés, una lámpara imposible de embalar, o esa camisa tailandesa que te queda rara pero “me hace acordar al viaje”.

Al final, viajar liviana no es cuestión de peso, es cuestión de ego.

Y cuando lográs meter tu vida en una sola mochila, entendés que lo único pesado que te sobraba… eran las excusas.

Y si querés ir un paso más allá, acá te dejo un kit de imprescindibles para Asia con todo lo que realmente sirve, probado en ruta.

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