
Ahí estaba yo, caminando por Jaipur con el sol picándome la frente, el tuk tuk esquivándome por la izquierda, la vaca mirando tranquila desde la vereda, y de repente… ¡pum!, se abre el paisaje y aparece una joyita que parece de otro planeta: el Jal Mahal, o como le dicen muchos, el Palacio del Agua.
¿Y qué es eso?, pensé. ¿Una ilusión óptica? ¿Una escenografía de película de Bollywood? No. Era real. Un palacio plantado ahí, en el medio del agua, como flotando sin esfuerzo sobre el lago Man Sagar.
Este palacio fue construido en el siglo XVIII por un maharajá que claramente no pensaba en ahorrar, sino en vivir bien. Lo usaba para ir a cazar patos y descansar, como quien se va a un spa flotante. Lo loco es que tiene cinco pisos, pero cuatro están completamente sumergidos cuando el lago está lleno. Solo se ve el último, y parece que te guiña un ojo desde lejos.
Y yo, parada ahí, con esa vista que parecía un cuadro pintado por alguien con buen gusto y mucho tiempo libre, no podía hacer otra cosa que mirar y sonreír. No se puede entrar, pero no hace falta. El encanto está en verlo desde lejos, en silencio, con cara de emoji enamorado.
Pero ahí no terminó la magia del día.
El mejor espectáculo callejero del universo
Seguí caminando y, como en esos momentos que no se avisan pero cambian el día, escuché una música. Doblé la cabeza y lo vi: un grupo de mujeres y chicas, bailando en ronda con sus saris de colores, riéndose, cantando… como si la alegría fuera contagiosa (¡y lo era!).
Me acerqué despacito, con cara de “¿puedo mirar?”, y sin decirme nada, ya estaba entre ellas. Bailaban, aplaudían, me miraban con picardía, como si me conocieran de antes. Me pareció que eran maestras con sus alumnas, pero eso no importa. Eran mujeres regalando energía, pura y sin filtro.
Ese fue el momento que más me pegó. Ni mil fotos del palacio, ni las guías turísticas, ni los reels de Instagram. Ese instante fue un regalo que no se paga ni con un millón de rupias. Fue conexión. Fue arte callejero sin cartel. Fue ternura, sorpresa y un poquito de magia india.
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India te pinta por dentro
Y eso es lo que tiene India: te pinta por dentro. Con sus colores locos, su gente que te mira sin miedo, sus tradiciones que no entendés pero te atrapan, y sus momentos que aparecen cuando dejás de buscar.
El Jal Mahal fue hermoso, sí. Pero esas mujeres, esa ronda, ese baile inesperado, fueron mi verdadero monumento ese día.


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